lunes, 27 de junio de 2011

¿Cierre de ciclo o cambio de época?

Esta semana se celebrará el debate sobre el estado de la nación, donde se cerrará un ciclo y comenzará otro, aunque no haya acabado la legislatura y queden tareas por hacer. En ese debate, Zapatero representará su último papel en el escenario de la política española, antes de que caiga el telón y haga mutis por el foro. Su lugar lo ocupará Rubalcaba. Sin embargo, depende de Zapatero la imagen y el legado final que deje a la posteridad de su paso como presidente del Gobierno y hombre de Estado, con más luces que sombras, creo. El hundimiento electoral del PSOE es algo más que un retroceso coyuntural por la crisis económica, denota un partido agotado y con una pérdida importante de los sectores más dinámicos de la sociedad y del electorado. Pero, también, es síntoma -como dice Josep Ramoneda- de un cambio de época. El PSOE, aún en la época de Aznar ha sido el factor de estabilidad principal de la democracia posfranquista. Pero los síntomas de final se acumulan: la Corona vuelve a ser tema político de primer orden; existe la sensación de que el Estado Autonómico ha tocado techo; el final del terrorismo de ETA está ya asumido socialmente, pese a los coletazos finales; está muy extendida la percepción de que los valores democráticos han sido traicionados; los problemas de sostenibilidad, tanto política como económica, del Estado están produciendo serios desajustes; etc. Así que hay que pensar lo impensable y preguntarnos: ¿Hacia dónde vamos? En la política, hacía el pluripartidismo, aunque las señales sean todavía débiles. Y en las ideas, hacia algunas interesantes, pero sin olvidar que el mundo ya no depende solo de ideas, y que en torno a ideas e intereses, se hacen valer los distintos grupos sociales. La democracia, en último extremo, es solo un procedimiento para que la pugna de intereses articulados en torno a diferentes ideas, se resuelvan a través de reglas pactadas y pacificas. Esas reglas, y las instituciones que surgen de ella, se encuentran hoy gravemente deterioradas. Hessel, Morín y Sampedro proponen regenerarlas y restaurar sus esencias más autenticas restableciendo las ideas que la historia ha decantado como las más nobles. Precisamente esos autores nonagenarios tienen autoridad moral y legitimidad para decirlo y hacerlo, porque a ojos de los más jóvenes, son el puente entre la edad de oro de la democracia, ahora traicionada, y la imperiosa necesidad actual de manifestarnos en las calles para recuperarla.

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